Caballero de fina estampa

El primero es un soberbio incorregible. Se ha metido en una pila de líos sólo por soberbio. Piensa "si lo hago yo, está bueno". Le gusta retar a la gente y trata a todos como si fueran alumnos suyos. El mismo Erich Schnake¹ le criticaba la presencia en cargos públicos de parientes de su señora que no tenían mayor currículo.

El segundo es un autoproclamado duro de la DC. Un día le dio por imaginar² que como había podido, mal que mal, ordenar a la DC, el paso siguiente era ser presidente. Saboteó la candidatura de Soledad Alvear porque sí y ahora le da por la demagogia, hablando de corregir el modelo³. De un repente se puso más papista que el papa. Carnasa⁴ como él solo. Da como tarro y a su alero hay una serie de don nadies y vociferantes. Algunos quizás recuerden su conflicto de interés cuando se discutía la ley de Pesca⁵.

El tercero fue descrito por un siquiatra como de personalidad narcisista. Alguna vez patrón de fundo y playboy pensaba que hacía un favor cuando abusaba, según determinó la justicia, de menores de edad.


Hace unos pocos días fui con Claudita a ver Der Untergang (la caída) acerca de los últimos días de Hitler. No pretendo comentar la película (que es impresionante). Sólo notar que cuando veía aquella total locura que fue esa guerra y la incontenible maldad desatada me acordé de nuestro propio tirano: Augusto Pinochet. No mató gente a la escala que lo hizo Hitler. Pero sí que lo hizo. Y vaya que daba miedo enfrentársele, cuando tenía a Chile en un puño.

Y vaya que fueron valientes algunos. Entre tantos otros mi memoria se detuvo en aquellos tres que mencioné más arriba. Sus defectos son gordos, ya los conocemos. Pero, con todo, por lo que hicieron en aquel entonces⁶ merecen ser respetados hasta el fin de sus días. No es que deban quedar impunes de cualquier cosa que hagan. Pero no pueden ser tratados como cualquier tipo que alguna vez se quiso meter en política. De que hoy hacen sus chanchadas, las hacen. Pero en aquello, en lo gordo, tienen una talla moral que no se debe ignorar. No me parece justo que llegue cualquier, digamos, barbón idealista y no los distinga de otros políticos de su generación.

Al que honra, honra⁷.