lunes, febrero 27, 2006

 
Ahora gasto la buena parte (the lion's share) del tiempo de mi CPU mental en lo estrictamente profesional por lo que no podré deleitarlos con mi pasatiempo de aparentar erudición.

Las fotos que tomé el viernes y el domingo no exigen pensar al las publica ni al que las mira y todos salimos ganando.

1. Mini-fiesta en la casa del prof. Heuer. En esta foto aparece el prof. Heuer, su señora y su hijo menor.
2. En esta aparece prof. Gatica y la hija del medio del prof. Heuer. Foto mía no hay porque le pedí al hijo menor del prof. Heuer, el de la primera foto, que me la tomara, y como se le estaba acabando la pila a la camarita no la pudo tomar.
3. Natural History Museum por dentro. Es muy bueno. Ojalá pudiera llevar a mis hijos a una cosa así. Pero sólo cuando ya sepan leer.
4-6. NHM por fuera. La tercera vez aparezco yo. Foto tomada por el prof. Gatica.




viernes, febrero 24, 2006

 
Había ido a ver Los Bunkers gratis a la Casa del Deporte de la Universidad de Concepción, en 2001 o 2002. Sobre el escenario dijeron algunas cosas. Le comenté a Alonso Tapia que no sabía que eran de izquierda. Alonso replicó "¡Pero claro! ¡Si son de Conce!".

miércoles, febrero 22, 2006

 
Me felicito a mí mismo por haber comprado una tarjeta Nomi-call. El saldo inicial ante mi llamada de nueve minutos al celular de Cristian Ubal era 9.52 libras y el saldo final fue 9.36 libras. Seguramente eso fue un cargo de conexión o algo así, pues la maquinita de Nomi-call me dijo que tenía unlimited time for this call.

Este es otro caso de algo de valor positivo y costo asintóticamente nulo, como lo es el café en este departamento. Y es otro caso de paradoja irreconciliable, como lo eran los tomates del cero absoluto.

Una vez se le dijo a Douglas Adams: "Usted no está en el universo. Está en Inglaterra"1.

Una posibilidad que se me viene a la mente es que en este lugar la naturaleza resuelve sus ecuaciones acá con un método numérico deducido a la rápida, que no garantiza convergencia. Las consecuencias son potencialmente desastrosas. Todos sabemos que natura non facit saltum, al menos a escala macroscópica. Si eso no se respeta debido a recurrentes explosiones en las resoluciones que la naturaleza hace de sus ecuaciones podría un día bajarme de la cama y con toda naturalidad caer en las fauces de un cocodrilo celeste, por decir algo2.

1. Qué lata, no hallé la cita en el Google. Lo leí en su libro póstumo
The salmon of doubt.
2. Pero alimentar a un cocodrilo celeste me importa un comino a la luz del siguiente argumento:
Como el café y las llamadas telefónicas a celulares valen asintóticamente algo costando asintóticamente nada es corolario inmediato que 1=0 y por lo tanto se tiene que las afirmaciones
A. Mis cuatro parámetros no dependen de constantes desconocidas
B. Alguno de mis cuatro parámetros sí depende de alguna constante desconocida
son simultáneamente ciertas y por lo tanto, en particular,
Mis cuatro parámetros no dependen de constantes desconocidas
De la misma manera puedo probar cualquier propiedad que necesite, pues la matemática entera desciende a la trivialidad debido a la admisión inglesa de este tipo de paradojas. Entonces el incidente del cocodrilo celeste sería apenas un suspiro en mi epitafio, comparado con lo que, con el método recién descrito, podría llegar a ser mi obra.

lunes, febrero 20, 2006

 


El sábado fui a comer una pizza por ahí. Estaba como buena pero demasiado flaca. Luego fui a ver Munich. Me aburrió.

El domingo tomé un camino distinto y más corto para ir a los canutos. Implicaba dos puentes, el primero sobre pasto y el segundo sobre agua.

El viernes parece que fue que fui a tomarme un café espresso a una cafetería dentro de la universidad. Prefiero ese al que tomo acá asintóticamente gratis, que es de aquel que gotea sobre un filtro de papel.

Se me había olvidado comentar que una estudiante de doctorado italiana que estaba en la oficina que me prestaron en Oxford me comentó que yo tomaba el espresso auténticamente como los italianos lo hacen1. Como ningún italiano me enseñó jamás esas cosas esto ha dado pie para todo tipo de especulaciones2.

Visto esto, concluyo que si alguien me quiere y me quiere alegrar, o bien, si alguien me odia y me quiere matar, lo mismo da: Lo que debe hacer es comprar una máquina de hacer espresso y regalármela.


1. Por ejemplo, sin azúcar. Si quisiera azúcar, me comería una tarta. O el chocolatito que a veces viene en el plato de la taza. A este último, de venir, siempre me lo como, es un privilegiado.
2. ¿Será el gen Candia traído a Chile desde la Creta alguna vez dominada por los venecianos? ¿Será osmosis desde la casa de los vecinos en Lindau am Harz? ¿Se lo habré copiado a mi padre? (esta última hipótesis trae un problema adicional, ¿de dónde lo sacaría él entonces?) ¿O será que sencillamente soy un refinado innato?


jueves, febrero 16, 2006

 
¿Quiénes serán nuestros Lewis y Clark que caminen por nuestros territorios y describan nuestra fauna?

http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia_new.asp?id_noticia=181099

miércoles, febrero 15, 2006

 
Los ingenieros reportan que la forma bilineal de la proa a babor no ha podido probarse fuertemente coerciva.

El escorbuto ha diezmado la tripulación debido a la falta de pan amasado y pastel de choclo.

El compartimento M115 hace agua.

Se nos acaba la energía del kuchen y el café recogidos en el último puerto.

A lo mejor deberíamos avisar a Moscú.

martes, febrero 14, 2006

 

domingo, febrero 12, 2006

 
Ayer sábado 12 fui de nuevo de paseo al centro de Londres. Como la vez pasada vagabundeé bastante me aseguré esta vez de hacer alguna planificación. Me ayudé con una guía de bolsillo que me prestó mi profesor de acá, Norbert Heuer. Primero iba a ir a Soho, luego al museo-gabinete de guerra de Winston Churchill y después al British Museum.

Partí saliendo un poquito tarde.
I. Mi punto de partida, el John Crank Centre de la Universidad de Brunel. Desde el computador allí planifiqué mi paseo y aproveché de dejar el libro de bolsillo (pero de bolsillo de canguro) en la oficina.
II. Nada de improvisaciones: En vez del libro de bolsillo para bolsillos de canguro llevaba unos prácticos mapas de Google de los tres lugares que iba a visitar.
III. Tomé el bus hacia el centro de Uxbridge y su estación de metro.
IV. El viaje al centro de Londres es largo, pero iba preparado. Ya no me entran balas.




Advertencia: Los siguientes dos párrafos son de aquel tipo descriptivo lleno de nombres propios que me aburren mucho y me enojan si son declamados por alguien en la mesa. Puede que muchos de ustedes no compartan mi paciencia de pollo, por lo que los incluyo prudentemente rodeados por una cajita de borde rojo para orientar a quien se los quiera saltar.

Tomé el tren desde Uxbridge hasta Harrow-on-the-Hill. Y desde ahí tomé un tren que iba al centro de Londres. Con sorpresa vi que paraba en la estación Marylebone, algo que no me era familiar con algunos mapas que había visto. Cuando llegué a Marylebone me bajé y tomé el primer tren que vi pensando que como en este país las cosas suelen ser prácticas y predecibles, el tren que me servía a mí debía ser ese que estaba al frente. Resultaba que era un expreso a cualquier parte. Se saltaba una tras otra estación de nombre desconocido.

Al cabo de un rato, eso sí, se detuvo en Harrow-on-the-Hill. Uf. Entonces, de vuelta a tomar el tren que había tomado anteriormente para ir a Marylebone de nuevo. Una vez allá me di cuenta que ese recorrido que iba de Harrow-on-the-Hill a Marylebone no lo hace London Underground (el metro) sino National Rail (los trenes-trenes). Es fácil confundirse porque muchos tramos de metro van por la superficie. Entonces, en Marylebone de nuevo di vueltas por la estación para entender cómo era que el mapa del metro decía que de ahí salían trenes a la estación Oxford Circus (por eso no me alarmé cuando el segundo tren que tomé me sorprendió con que iba a Marylebone). Y dando vueltas por la estación de repente encuentro, medio escondido, el patio de los trenes del metro. ¡Tá-táaaan!. Al final llegué a la estación Oxford Circus, pero había perdido un montón de tiempo. Ya eran las 15:30 o algo así, lo que no es broma en una latitud y época del año donde oscurece a las 16:45.

Resumen de los dos párrafos anteriores: Metro y tren tomar. Tren errar. Eventualmente llegar. Tiempo perder.

Entonces me encontré finalmente en Soho, donde se supone se puede hallar restaurantes con estrellas Michelin1 y sin éstas, tiendas de ropa como las que desfilan en los desfiles, un mini-barrio rojo y montón de macanas. Primero entonces fui a comer algo porque ya tenía hambre. Comí unos tortellini buenos pero no memorables2.

Cuando salí del restaurante me di cuenta que mis planes espectaculares se habín rehusado a cumplirse, por lo que mi paseo degeneró en vagabundeo. Di vueltas y vueltas3. Vi tiendas de discos raros, restaurantes étnicos, tienditas posh, dinteles con señoras bastante maquilladas que decían "Hello, darling!", cantinas con banderas del arcoiris... ¡caramba!, ¿¡En qué antro me he metido!?

V-VIII. Calles de Soho y sus alrededores. No tengo instinto periodístico para fotografiar lo más peludo, pero, en fin. Nótese el auto amarillo en la foto VI.
IX: Mural.
X-XII. Tres fotos del mismo lugar con segundos de diferencia. Lástima que no se cruzó nadie muy raro ante el lente.
XIII-XIV. No es lo más novedoso el universo, pero igual me gustó ese edificio con el ascensor visible desde afuera.
XV. No me creo el cuento del video y los llamados con amenazas me tienen sin cuidado.
XVI-XVIII. Más fotos de calles.


Caminando, caminando llegé a Picadilly Circus. Allí había una especie de manifestación de tipos bastante raros. Ponían música y bailaban y usaban retazos de color fucsia en sus ropas. Y al lado vendían entradas para las distintas obras de teatro que esa tarde se iban a presentar en distintos teatros de los alrededores. ¡Ir al teatro! ¡Mi tarde estaba salvada!

Júm, júm ..., musicales no ..., se me fueron todas menos la mitad de la mitad ..., um..., dramón no..., júm, ah ya, una de realpolitik, A man for all seasons, acerca de Tomás Moro. Qué bacán. Ah... ¿dónde me siento? um... ah... ya, ahí donde vale tan solo [un disparate] libras.
Yo: "Leonardo..."
Vendedor: "Ahem... Líonerdou..."
Yo: "Figueroa"
Vendedor: "¿?"
Yo: "Ef-ái-yí-iú-i-ar-ou-éi"
Vendedor: "¿?"
Yo: [Muestro el carnet de identidad del que me siento orgulloso porque es bonito, duro, con copihues y cuadraditos para ser leídos con computador]

Me encontré entonces con la entrada en la mano y con un par de horas antes de la función. Entonces me acordé de la cena pre-teatro y di unas pocas vueltas para encontrar el teatro (no me iba a poner a buscarlo a última hora) y buscar en los alrededores algo interesante de comer, esta vez, de puro goloso. Entonces me metí a un sushi-bar4 donde las cositas iban por una correa transportadora y uno estiraba la mano para sacar lo que a uno le interesara. Era con palitos. No estuve dispuesto a exhibir mi barbarismo pidiendo un tenedor. Entonces ocurría que, o bien agarraba de a uno o dos arroces que se quedaban pegados a un palito, o bien agarraba tremendos bocados (si asir algo con los palitos es complicado cortar algo es impensable). Con la impaciencia prefería lo segundo y me zampé pedacitos de arroz con un suspiro de pescado encima y puras cositas así. No es para mí.

Como aún me quedaba tiempo di vueltas hasta que encontré un lugar con videojuegos y jugué un poco. Había uno de fútbol donde había una pelota de verdad que se pateaba y tu mono en la pantalla hacía lo mismo. No me salió una bicicleta de Romario pero sí algún amague.
XIX. De vuelta a la civilización.
XX-XXII. Los manifestantes. Ojo: XXII es un video. Si lo apretan lo pueden bajar.
XXIII-XXVIII. Camino al teatro, para no buscarlo después.
XXIX. El teatro. Me puedo perder tranquilo.
XXX. Monumento a los de Crimea.
XXXI. Columna del duque de York. No es como la de Nelson.
XXXII. ¿Nanú?
XXXIII-XXXV. Júm, júm... aquí debería venir a equiparme... júm... es lo indicado para caballeros como yo.
XXXVI. El ridículo pero práctico sushi-bar donde terminé.


Entonces fui al teatro. Me senté en mi lugar y esperé a que empezara la función. Era buena la función pero el lenguaje era un poco envuelto5 por lo que no entendía todo. Había partes divertidas. Y la producción era buena. Aunque hay que decir que en realidad estoy comparando con las obras de teatro del colegio. No sabría decir, en realidad. Pero el aplauso estuvo largo así es que debe haber estado buena.

Pobre Tomás Moro. El jefecito que le tocó.

Después de la función me puse a dar vueltas pero me di cuenta que en realidad mejor me iba para la casa. Y estuvo bueno porque llegué como a medianoche.

Ese sería mi sábado.

XXXVII. No se crean, tengo mi entrada.
XXXVIII. Júm, júm, harta madera. Con razón había mangueras y extintores por todos lados.
XXXIX. El escenario está listo para el comienzo de la función. Como pueden ver estaba en un lugar privilegiado para quien quisiera contemplar los cables.
XL. Un crítico debe tener siempre los ojos bien abiertos.
XLI. El primer piso, los asientos más caros. A estos tipos les recibían las chaquetas y se las guardaban.
XLII. El segundo piso, asientos más cómodos que los nuestros.
XLIII. Mis co-rascas.
XLIV. Ya estos de ahí se pasaron de amarrados.
XLV-XLVIII. Un par de vueltas antes de tomar el metro para la casa. Nada notable excepto la mujer-fantasma.



Hoy que es el día después temo que la fome comida me arruine la semana entera.

1. No me falta irresponsabilidad para ir a uno, pero hay que reservar y en general ir smartly dressed. Podría ir smartly dressed, pero el traje que traje es de verano. Entonces debería ir con un abrigo (no voy a ir con parka o con la chaqueta corta que traigo puesta en las fotos) y por lo bajo me sale 150 libras más y junto con, no sé, 60 libras en el restaurante Michelin-estrellado ya van 210 libras. Y después de ir a un restaurante Michelin-estrellado estoy seguro querré volver a la casa en taxi y comer pan con caviar y de un repente me hallaré vendiendo la torre Eiffel para sostener ese estilo de vida extravagante hasta que me tomen preso, me transforme en el contador de la cácel e induzca el suicidio del alcaide.
2. Más de alguno me dirá: "Bueno, si los
tortellini eran no-memorables, ¿cómo es que te acuerdas?". Y más de alguna vez respondería: "Es el recuerdo de una sola mano aplaudiendo".
3. Hace unos pocos años Felipe Sepúlveda, Felipe Véjar y yo (que, para contribuir a la confusión general me autoproclamé Felipe también) no hacíamos en un campamento otra cosa, en las palabras de Fernando Valencia, que: "Caminar, caminar y caminar".
4. Las almas sensibles recordarán:
Yo soy un chocolate bom / en un sushi bar / karaoke de amor.
5. ¡Ah, sí!
Beheaded entendí.

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