viernes, mayo 26, 2006

 

Esta foto fue puesta aquí por el único propósito de manifestar que puchas, ojalá esté luego listo el by-pass de Penco. Ya vendría, parece.
Primero:

El otro día había un tremendo taco de camiones cerca de mi casa. Oh, boy! Menos mal que iba para el otro lado.


Segundo:

Cuando hice la práctica en Ernst & Young en Santiago1, en febrero de 2005, me tocaba revisar si los valores que los auditados atribuían a los instrumentos financieros en los que metían la plata eran como decían.

Tough times. Trabajé harto. Tenía de colegas a Marco Montalva, compañero de la Universidad de Concepción y a Adrián Leguina2 y Jorge Rozas, de la Universidad Diego Portales. Era un trabajo un poco fome. Era hacer el trabajo de la máquina cuando ésta no podía, debido a errores humanos que las compañías auditadas cometían.

Las experiencias fueron varias y no pretendo describirlas aquí. Aprendí varias cosas del trabajo. Tratar con colegas, cumplir plazos, afeitarme regularmente, hacer las compras, preparar tallarines, preparar arroz.


Ya se quisieran una de estas en Delfos. Esta foto la saqué de esta página con instrucciones para los fatigados estudiantes en práctica de las grandes auditoras.
De lo que quiero hablar es de un instrumento que con toda certeza incomoda al tejido mismo del cosmos. Cuando no podíamos valorizar un instrumento y no hallábamos la información relevante después de agotar nuestras vastas bases de datos no quedaba otra opción que ir a la oficina de uno de los socios, me parece, no estoy muy seguro, y caer en el embeleso de esta especie de Aleph: El terminal doble-pantallado de Bloomberg: ¡No somos dignos, no somos dignos!

Ahí aparecen todos los actos humanos que prometieron dinero, con la risible excepción3 de los que no aparecen.


Tercero:

El otro día aventurábamos con Mauricio (mi hermano) que los guachacas no tienen nada que ver con los rotos. En su naturaleza más profunda, razonamos, se hallan caballeros venidos a menos. Son nuestros hidalgos4.

Y se nos iluminó la cara porque nos dimos cuenta que en cien años más nuestros nietos tendrán en sus manos un nuevo Quijote. Quizás se intitule "El ingenioso guachaca [...]" y comience con

En un lugar de [...], de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un guachaca de los de pistola en el garage, paraguas antiguo, auto cacharro y quiltro corredor.

Un guachaca hidalgo, un ingenioso hidalgo y un codicioso hidalgo.

Cuarto:

La termodinámica halló una manera sutil de joderme. Cuando bebo té, me cuesta beberlo al principio, pues está muy caliente. Luego, espero que se enfríe. Cuando ya está tolerable poco a poco me voy a acostumbrando y me gustaría beberlo más caliente. Pero ya se enfrió y aún peor. Mientras menos queda más rápido se enfría lo que resta.


1. Solamente me faltaban la chupalla y el canasto de mimbre.
2. Me dijo, no sé si en serio, que yo era un sofisticado por leer la página de The New Yorker. Me lo tragué entero. Solamente me faltaban las tardes en el Starbucks y las clases de yoga.
3. Aquí me los saco.
4. A quienes hayan dormido esa clase de historia les sugiero se auto-peguen un coscorrón y lean esta página que describe lo que era un hidalgo en la sociedad española.

Comments:
Bienvenido a Chile,viejo.De aqui a que terminen el bypass a Penco,tendría que congelarse el infierno o que los estudiantes se dejaran de lesear.
Lo otro, los hidalgos también pueden ser considerados como gente en desgracia (o desgraciados, en el buen sentido de la palabra).
 
Cuando ví la foto primera me acordé de lo desagradable que es que cada vez que voy a la Figueroa's house, tengo que agarrarme re-fuerte del sujetador de la micro. ¡Esos "chofers" andan tan rápido!
Eso, bye.

•••
 
Así somos los pencones. Nos gusta vivir al filo del peligro. Ji.
 
Buena,Indiana Jones en versión chanta.
 
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